domingo, 3 de junio de 2012

TERCER COMIENZO DEL RETO: "HAZLE UN COMIENZO A ESTE CUENTO"

Hola a tod@s!, aquí les dejo el comienzo que ha hecho nuestra compi Rossiel Black al desenlace que os presente, pero antes, decirles que si alguién más quiere participar en este reto, que puede hacerlo si se anota antes del 20 de Junio (+ info AQUÍ):

Flagelando el Destino


La pasión se había desbordado en la habitación, sus cuerpos eran parte de una música más elevada que surcaba la razón y los conminaba a ambos a un instinto animal descontrolado por aparearse, el cual, se estrechaba a la situación de estallar orgásmicamente reiteradas veces, una después de otra como si el cansancio no hiciese mella en sus humanidades. No hasta que Nicole puso el primer alto, algo que John no aceptó con mucha felicidad pero de todos modos no demostró atisbo alguno de ofuscación. Se recostó a su lado, en silencio, meditando en cómo sería el futuro junto a la mujer que cabalgaba diariamente sobre él con gemidos exquisitos. Ciertamente, no estaría dispuesto a compartir mucho tiempo más con ella siendo humana, le ofrecería la oportunidad de convertirse y si cabía la posibilidad de que se negaba, entonces la dejaría, y en verdad, para la próxima, buscarse una de su raza capacitada para aguantar todas y cada una de sus necesidades básicas situadas en el lecho. Los humanos eran tan frágiles, pero hermosos y enterantemente atrayentes.

Nicole le observaba de soslayo en medio de la oscuridad del cuarto, lograba ver el brillo intenso de los ojos de su hombre, y agradecía a la luminiscencia de la luna que se colaba a través de ventana que pudiera detallar los rasgos de John y el modo en que sus labios se humedecían con la lengua, era un gesto propicio y casi como una maña que se repetía cada vez que John sacaba conclusiones profundas acerca del curso que estaba tomando su vida. Ella sabía que debía ser generosa para con él, su paciencia solía ser extensa pero Nicole difícilmente, por su condición humana, podría satisfacer todas a cabalidad. Ella también tenía en mente proponerle que la convirtiera en vampiro, no por ella, sino por él, para darle todo lo que ahora no podía ofrecerle.

Extendió una de sus manos sobre el pecho de su amante mientras se acurrucaba y, dejaba que su rostro se ocultara en uno de los huecos de su cuello.

—He pensando en miles de formas de contarte algo que llevo en secreto desde hace un mes, John. Quizás, después de que sepas esto querrás irte y no volver a verme, o… tal vez no, tal vez sea lo contrario —dijo la fémina. Nicole permaneció con la vista fija en las cortinas que hondeaban por el aire que entraba desde la ventana abierta, quieta ante el brillo incandescente de la luna llena.

John se extrañó de la voz de su mujer, pero lo que le dejó más preocupado fue la determinación que cargaba su voz.

—¿De qué se trata…? —preguntó. De pronto le invadió una especie de temor a saber que todo podría irse al retrete, qué estúpido, y él pensando en terminar con ella. Y ahora, este repentino miedo de que todo llegara a su fin. Estaba confundido.

Sin dar más rodeos a lo que por tanto tiempo guardó, lo soltó como un balde de agua bien fría sobre John.

—Estoy embarazada… No preguntes cómo ocurrió, eso deberías saberlo ya por lo activo que eres en la cama —apostilló. Listo, lo había dicho, ese peso intermitente en el alma se había desvanecido como un globo que se desinfla producto de la presión del aire. Había estallado.

John estaba perplejo, al punto que se había medio levantado, apoyó los codos sobre el colchón para dedicarle la mirada más llena de incertidumbre que halló. Era una de esas noticias que guardaba infinidades de reacciones y situaciones una vez que todo estallaba. El punto era saber cuál debía escoger él, tenía una tormenta engendrándose a pasos agigantados en el interior. Por primera vez se sintió nervioso al punto de querer llevarse los diez dedos a la boca y acabar con las uñas que asaltaban la vista, así mismo las hormigas que dejaban un hervidero en su estómago, llenas de cosquilleos por doquier.

Tragó saliva dificultosamente tratando de mantener su habitual tono de voz: poderosa y varonil.

—¿Hijo…? —la manzana de Adán subió y bajó nuevamente al notar que esa palabra cobraba vida en su corazón— ¿voy a ser p-padre…? —le temblaba el mentón como un crío.

Y entonces, Nicole supo que John no estaba enojado, no saldría corriendo, Era solo la sorpresa del impacto, pero comprendió enseguida que la idea lo había emocionado, y por ende, le había encantado la noticia. Se sentó sobre la cama, extendió sus brazos y lo atrajo a sus labios. Esta noche lo mimaría.

Mañana le contarían la noticia a todos, pero por sobre todo a Elena y a Edward, ellos eran los primeros en la lista.

————— o ——————

Elena estaba emocionada, hace poco con Edward habían tomado la decisión de casarse y junto con ello, empezar desde cero en una casa nueva, la suya, donde ella podría decorarla a su gusto y donde nadie les molestaría con favores repentinos. Desde que empezaron a tener una relación tuvieron que soportar muchas adversidades, pero todas y cada una las habían superado con la fuerza de su amor verdadero, estaban y estarían por una larga eternidad unidos, si hasta el momento nadie logró separarlos, ni John con su imponente presencia cuando se presentó ante ella por primera vez hablándole de cosas hermosas, e interponiéndose entre la relación con Edward, que por supuesto, Elena se pensó seriamente, y hasta llegó a dudar por qué camino continuar su senda, pero ya nadie podría separarlos. Sonrió ante sus memorias que flotaban como loto sobre agua dulce, pero estaba segura que escogió bien.

Edward la encarceló con sus brazos por detrás mientras ella aferraba sus manos a las extremidades del apresador, riendo, infinitamente feliz como nunca en toda su vida.

Él se apresuró a preguntar.

—Y bien, ¿te gusta la casa o no? —le llenó de deseo con un beso que depositó sobre la nuca de su recién adquirida, ante la ley, esposa, pero ante Dios desde mucho antes.

Elena recorrió con la mirada la estancia, abarcando todo y le agradó la agitación de su corazón al comprobar que era el sitio perfecto. Modesto, y con el espacio justo para lo que en el futuro sería una familia numerosa. Demonios… tenía tanto que hacer que se le antojaba corta la eternidad por delante que tendrían.

—Es perfecto, Edward. Ni siquiera imaginas la felicidad que me provoca saber que estaremos juntos, a solas, en nuestro hogar —cerró los ojos, contemplando el futuro: la casa amoblada de blanco, los niños corriendo por el jardín, o en la escalera de caracol que reposaba en el centro, y ellos retozando en el sofá; Edward con un libro entre sus manos concentrado en la lectura en lo que ella yacía con la cabeza recostada sobre la piernas de su esposo, mirando por los ventanales abiertos hacia el patio, sintiendo el aire fresco roer su piel con una bravura indómita. Todo esto, provocó que la piel se le erizara, algo que no pasó por alto en Edward que también sonrió, tratando de imaginar lo mismo que ella.

—Yo también estoy feliz, Elena. Y me complace saber que he hecho bien en ofrecerte una vida eterna para que la compartas junto a mí —su cuerpo se abrazó aún más a la fémina que contenía completamente su corazón. Estaba totalmente enamorado que imaginar una vida sin ella, significaba deambular entre las tinieblas sin corazón ni alma. Era como el magnífico ejemplo de un pez fuera del agua, falto de oxígeno, muriendo lentamente a medida que comprende que nunca más volverá a su hábitat original.

Elena se giró sobre sus talones y al hacerlo, le rodeó el cuello con sus brazos atrayéndolo a sus labios. Así se quedaron un rato, besándose como si no existiera nada más aparte de ellos, ignorando por completo al vendedor de la morada que los observaba con el rostro enrojecido y al mismo tiempo sintiendo envidia por la pareja, si su esposa fuese así de tierna por solo un día, quizás podría morir feliz sin pedir más nada.

Al cabo de un par de minutos, el vendedor carraspeó tratando de cortarles el momento de ensoñación, no era su intención pero tenía muchas cosas que hacer ese día.

—Entonces, ¿qué decisión han tomado con respecto a la casa? —se apresuró a preguntar para evitar que le dieran una mirada de desaprobación.

Edward se separó del beso con bastante dificultad, sin duda alguna necesitaban privacidad, y estaba seguro que con suerte comerían cuando vivieran solos, pues estarían ocupados en pasar fornicando, claro, de manera amorosa por supuesto, pero la idea se le antojó de lo más deleitante, tanto… que se decidió al fin por este sitio. La mirada de Elena le confirmó que era lo que buscaban.

Edward se separó de su esposa y se acercó al hombre de gruesa figura. Le tendió la mano y feliz aceptó.

—Nos la quedamos, esta misma tarde me pasaré por su oficina para cerrar el trato —añadió, mostrando su nacarada dentadura.

El sujeto asintió y se estrecharon la mano fuertemente.

—Estupendo. Le esperaré por la tarde en mi oficina entonces, será un placer —se dio la media vuelta y se enfiló hacia su auto. Llovía a cántaros y el cielo estaba trágicamente nublado y tenía tres parejas pendientes en otro sitio para mostrarles algunas propiedades. Al montarse sobre su coche, prendió un cigarrillo, y el motor, perdiéndose por el sendero de árboles hasta dar con la carretera.

Elena y Edward caminaron hasta el porche de la casa, tomados de la mano, observando las miles y miles de serpientes brillantes y líquidas que caían como vendaval sobre el paisaje, sin duda alguna, había sido el mejor día para salir a ver su nuevo hogar puesto que el corredor de propiedades, de otro modo, se hubiera rehusado a mostrar la propiedad de noche. La ciudad indicada por su clima que no acaecía durante todo el año, allí siempre sería invierno, siempre estaría resguardado su amado vampiro.

—Haremos una fiesta para estrenarla, ¿te parece, Elena? —añadió Edward, estaba contento que no cabía en sí de dicha.

La mujer izó la mirada hasta encontrar la ajena, y asintió a favor de la idea.

—Me parece justo. Invitémoslos a todos —agregó tras volver a mirar hacia el jardín totalmente húmedo.

—Claro que sí —de pronto la expresión de Edward se tornó opaca, triste y con un ápice de ira contenida—. Aunque me temo que Michelle no querrá asistir —miró hacia el suelo, cabizbajo, intentando controlarse. No había pasado ni una semana desde que Adam se enfrentó, protegiendo a Michelle, a Will. Estaba en coma, y los médicos dudaban de que recobrara la consciencia pronto. Por ahora Edward no quería contratar a nadie más para el cuidado de su hermana, si el resultado sería el mismo, la verdad es que prefería que ella se mantuviese bajo cuatro llaves así significase el encierro eterno desconociendo los cambios que el mundo iba tomando a través de la modernidad.

Elena se percató de la preocupación y de todos los sentimientos encontrados que tenía Edward respecto a Michelle, por lo que le acarició la espalda de modo comprensivo, tratando de limar un poco las asperezas, había mucho que solucionar aún, todavía el dolor del pasado y de lo que vendría palpitaba dentro de sus corazones, bombeaba fuertemente en sus venas y se traspasaba entre todos como un efecto en cadena, por cada uno de sus camaradas. Ese maldito engendro de Will se había dedicado a hacerle las vidas de cuadrito a cada uno de ellos, pero tarde o temprano la rueda giraría, y el que se arrepentiría de meterse con ellos, sería el mismo Will.

—Ya encontraremos una solución, tranquilo —se colocó en puntillas y le dio un beso en un extremo del cuello a Edward.

Éste se despertó de su amargura y buscó los labios de su mujer, necesitaba sentirla para recuperarse, siempre era de ese modo, ella era su remedio.

——— o ———

El cuerpo de Michelle se balanceaba de un lado a otro, al ritmo del vaivén de la mecedora donde reposaba serenamente. Su mente en cambio, combatía con los recuerdos, que se amontonaban como historias de miles de libros viejos en los bordes de su mente, todos y cada uno de ellos, contenían un fragmento donde el villano era pronunciadamente Will. Sinceramente no, no eran historias imaginadas por ella, sino que todas eran absolutamente reales, se le repetían una y otra vez como una cinta porno en el cine para viejos hambrientos de sexo, como Will, exceptuando que éste era joven y de poderosa musculatura y, con una maldita mente llena de ideas tanto malvadas como pervertidas.

Se estremeció al recordar algunas, más que nada su cuerpo era el que más rápido le recordaba, como un auto a gran velocidad por la autopista echando una carrera en contra del tiempo, tan rápido como la vida transcurre dejando con cero opciones para interrumpir al marginado destino que le torturaba. La primera y fatídica alusión, después de que llegara a este lugar, después de la lucha sin tregua que tuvieron Edward y ese maldito cazador tras haberla torturado y, al mismo tiempo, traumado de por vida, mucho después, estaba el trauma actual que superaba al de la tortura principal. Era imposible olvidar que Will, una noche, durante una fiesta que se llevaba a cabo en el hogar y al cual, ella no quiso asistir, optando por quedarse en cama por su típicas depresiones, éste entró por la ventana agarrándola desprevenida. Se suponía que él no podría entrar nunca a ese sitio, era un refugio seguro, pero sin embargo las barreras no habían significado nada para ese hombre y ahí estaba, cubierto con el manto de la noche tras tirar del cordón de la lámpara para apagarla. Esos perfectos ojos negros que no hacían más que observarla con énfasis sexual por poseerla.

—¿Me extrañaste mucho, maldita zorra? —preguntó con sorna, claramente no dejaría de interponerse en el camino de esa familia de vampiros.

Michelle intentó levantarse pero de pronto el sujeto ya estaba encimado sobre ella, sujetándola por las manos y obligándola a recostarse nuevamente. Se produjo un forcejeo que la dejó confundida; porqué Will podía combatir contra ellos en igualdad de fuerza si se supone que los vampiros son superiores, en todo sentido, a los humanos. Esta duda no la dejó concentrarse y perdió contra él. Seguido de aquello le restalló varias golpes en el rostro hasta dejarla casi inconsciente, no obstante, aún tenía claridad acerca de lo que pasaba a su alrededor.

—Soy un hombre caprichoso. Y vengo a enterrar el dente antes de matarte —suspiró profusamente ante lo dicho, se sentía orgulloso de ser el malo de la historia, eso estaba claro como el agua.

Michelle recordó que después de decirle aquello, le hizo jirones la ropa, la besó hasta transformar aquellas dádivas en fuertes mordidas al poco tiempo, probó sus pechos a su voluntad y también le laceró el cuello por el ansia que ella provocaba en él. No pasó mucho de que se bajara el cierre y asomara su viril miembro. Michelle se opuso al ver la magnitud, el grosor era de temer sobre todo para ella que no era tan experimentada en el sexo como el resto de su familia, como el resto de sus conocidos. Las manos de Will se enredaron en sus cabellos negros y ya no le importaron los manotazos que ella le propinara en el rostro o en el pecho. La penetró con tal fuerza que Michelle rugió de dolor, sus manos se habían quedado quietas y con las uñas enterradas en la espalda del hombre, estaba pasmada por la terrible sensación de saberse rota, de seguro estaba rasgada pero él ni se inmutó. Como un animal se dedicó a satisfacerse sin pausar en ningún instante las embestidas para comprobar el estado de ella. Era increíble, Michelle, aunque odiaba a aquel hombre, aunque le generaba asco siendo que era un sujeto atractivo, exceptuando por su personalidad, en medio de todo el dolor que sentía al ser hurgada, escarbada por la carne de esa bestia, comenzó a sentir placer. Se había desesperado y entre lágrimas le había creado más espacio entre sus piernas para que llegara cuan hondo gustase. Fue horrible, inconcebible, pero no podía negar que de alguna manera también había disfrutado. Casi cuatro meses habían transcurrido de aquello, y aunque pensó que esa noche sería la última de su existencia, extrañamente Will no la asesinó, simplemente se había arreglado las ropas y se había escapado por la misma ventana por donde entró. Y, no fue la última vez que le vio, la misma situación siguió ocurriendo durante las noches, a veces dos o tres veces por semana, en otras, cuando el guarda-espalda que contrató su hermano se quedaba dentro de la pieza, sentado en una silla en una esquina de la habitación, una vez por semana. Así fue hasta que Will se exasperó, y una noche decidió entrar al cuarto con guardia y todo incluido.

La situación se desbordó de un momento a otro, lo único que vio fue una silla volando en dirección a Will, luego Adam corriendo hacia éste. Will también se abalanzó hacia el hombre de contextura gruesa, los ganchos que este le propinaba eran excelentes, tanto que le dejaban bailando en la inconsciencia por segundos, luego le seguían unos directos y ahí la cosa empeoraba. Debido a que Will sabía que no ganaría contra esa mole, decidió sacar a flote su verdadera naturaleza, al menos un poco de ella para poder imperar por encima de los indestructibles puños del ex boxeador. Uno de sus brazos se transformó en una garra enorme de afiladas uñas y desfiguró en cuestión de segundos el rostro de Adam, y sin darle tiempo de reacción, rasgó de esquina a esquina el pecho del mismo. Por tal motivo casi muere desangrado el pobre humano puesto que inconsciente y, por el tiempo en que demoró Michelle en llamar una ambulancia, ya que “Will” volvió a violarla, o al menos eso deseaba pensar ella, que era una violación tras otra, por cosa de milagro Adam no había muerto, aunque lejos no estaba de estarlo pues había quedado en coma. Supo entonces que no deseaba tener más nadie que la protegiera, lo mejor era enfrentarse a ese demonio ella sola, sobre todo después de enterarse de que era mitad humano y mitad licano.

——— o ———

Al final Edward y Elena decidieron celebrar el nacimiento de Alexia en su nueva casa, qué mejor motivo para estrenarla que esa. Eric y Carla estaban agradecidos por el evento, y también porque hacer un reencuentro donde todos podrían disfrutar los unos de los otros aunque solo fuera de vista, saber que se encontraban bien y que eran felices, a su manera, pero felices. Todos los integrantes se hallaban agradecidos de Elena y Edward, ellos habían cambiado de alguna manera sus vidas, el amor de ambos había cambiado algunos corazones para bien, y otros… bueno, un poco mejor que antes. Pero todos le debían algo a esos dos. Sam y Ángela; siempre disfrutaban de los favores que le pedían Elena o el mismo Edward para tratar de ayudar a otro. April y Bill; que agradecían el hecho de hacer reiteradas reuniones familiares, por así decirlo, para devorarse y demostrarle al resto lo mucho que se amaban, lo maltrecha que se hallaba el cama de su casa. Y, Will y Michelle, en el fondo, muy en el fondo también le debían su unión, de modo que aunque fuera tortuosa existía un placer y un amor entre retorcido y verdadero, pero claro, no se lo confesarían nunca, sin embargo el sentimiento estaba y, seguramente Will, acabaría raptándola del refugio para llevarla a su guarida, junto a él, donde siempre debería de estar hasta el final. 

 By Rossiel Black

***

 
SIETE MESES DESPUES

La gran sala estaba repleta de personas sonrientes, tanto humanos como vampiros, que bailaban y festejaban el nacimiento de Alexia, la pequeña vampira hija de Carla y Eric. La música de fondo llenaba el ambiente, invitando a los presentes a que bailasen y se dejasen llevar por la suave melodía de los instrumentos sonantes. La iluminación del lugar era la justa, ni muy brillante ni muy tenue y las flores de diversas especies y colores adornaban cada rincón y cada esquina, siendo fiel testigo de que allí se celebraba algo.

En cuanto Edward divisó a su primo John y a Nicole al otro lado del salón, agarró de manera posesiva la cintura de su mujer y tiró de ella en esa dirección. La ayudó a abrirse paso entre los cuerpos en movimiento que ocupaban el centro del salón que se había convertido temporalmente en una improvisada pista de baile y al poco tiempo llegaron junto a ellos.

April y Bill estaban acompañándolos, aunque parecían ajenos a todo lo que les rodeaba ya que estaban más concentrados en devorarse la boca uno al otro que otra cosa. Apenas se percataron de la llegada de ellos, lo saludaron con un gesto de cabeza y continuaron con lo suyo. Si seguían así, no tardarían en pedir habitación para terminar con lo que estaban empezando. Eso o bien lo harían allí mismo, con los vampiros todo era posible y el pudor estaba siempre ausente...

-¿Cómo lo lleváis parejita? -les preguntó nada más llegar junto a ellos y mientras le estrechaba a su primo la mano a modo de saludo.

-Por mi parte muy bien -respondió John con una enorme sonrisa que lo hacía más atractivo que nunca. Siempre había sido un bello vampiro que tenia a todas las "hembras" locas y babeando por tener un poco de su atención. A muchas mujeres les ponía los hombres morenos de pelo largo-, pero parece que Nicole no lo está pasando igual...

-Me gustaría que fueses tú el embarazado, seguro que también lo estarías pasando canutas -farfulló la aludida, que estaba ya con una prominente barriguita-, una vez que una llega a los 6 meses de gestación todo se pone cuesta arriba... ¡Tengo los riñones hechos polvo!.

Elena se compadeció de ella y le dedicó una sonrisa amable mientras le pasaba un brazo por encima de los hombros y la estrechaba con cariño.

-Ánimos primita, que ya te falta poco. Verás como enseguida estaremos disfrutando del pequeño Ethan, como Carla y Eric disfrutan de Alexia.

-Y hablando del rey de roma...

En ese momento, Eric y Carla llegaron a donde ellos estaban parados de manera despreocupada. La pequeña vampirita dormía en brazos de su mami. Tenía el pelo tan rubio que parecía que carecía de él y su carita regordeta lucía unos mofletes sonrojados.

-Hola chicos, me alegra que hayáis venido a la presentación de mi hija -les dijo el Sheriff mientras saludaba a cada uno de ellos como era debido. A los hombres les estrechó las manos y a las mujeres les dio dos besos, uno en cada mejilla-, Edward, ¿que tal tu hermana Michelle?.

Esa pregunta le hizo ponerse rígido, cada vez que le recordaban a su hermana se ponía en ese estado de nerviosismo. Estaba muy preocupado por ella, no había vuelto a ser la misma desde el ataque que había sufrido meses atrás a manos de Will, el loco cazador de vampiros.

-Ella sigue igual, se ofreció voluntaria para trabajar en el complejo-hotel cuidando a los niños vampiros y allí sigue. No quiere volver a casa ni salir de allí siquiera -suspiró y sintió como Elena lo miraba con compasión, entendiéndole perfectamente-, Creo que tiene miedo de salir al exterior y enfrentarse de nuevo con algún hombre...ella ya no es la misma.

-Entiendo y lamento su situación, sólo espero que lo supere pronto -hizo una pequeña pausa, como si estuviera pensando en algo-, quizás le ayudase el salir de vez en cuando, para que se adapte de nuevo a la vida fuera del complejo. Creo que si le pusiera un guardaespaldas que la acompañase día y noche se animaría ha hacerlo, ¿que te parece?.

Edward lo pensó por un momento, mientras observaba como su mujer tomaba entre sus brazos a la pequeña Alexia y la acunaba con cariño mientras Carla le contaba que tal le había ido el parto. La verdad era que su jefe tenía rezón, Michelle no podía continuar encerrada en esas cuatro paredes, apartada de la vida real y perdiéndose la oportunidad de ser feliz.

-Podría consultárselo mañana mismo, a ver que le parece...

-Pero para que pueda cuidar de ella en condiciones, debemos contratar a un humano, para que pueda salir al exterior en las horas diurnas si hiciera falta. Ella ya tiene poderes sobrenaturales si alguna vez lo necesitase... ¿Quién podría servirnos para este cometido?, ¿tienes alguien en mente?.

-¿De qué habláis? -preguntó Sam cuando hizo acto de presencia acompañado de la explosiva Ángela, que esta vez lucía un vestido tan corto que hasta se les podía ver los mofletes de su trasero respingón.

-¡Hey Sam!, ¡Que bien que venistes! -le saludó Eric contento por tenerlo consigo en ese importante evento- le preguntaba a Edward si conocía a algún humano que estuviera dispuesto a trabajar a tiempo completo como guardaespaldas. Es para que cuide de Michelle y la haga salir de su confinamiento en el que ella misma se ha metido.

El vampiro se quedó un momento pensativo y al segundo sus ojos se iluminaron con un brillo intenso.

-¿Que tal mi cuñado Adam? -inquirió.

Los otros vampiros se miraron con asombro.

-¡Claro!, no había caído en él. Seguro que es el hombre más adecuado para este trabajo.

Edward apenas había coincidido alguna vez con ese imponente hombre. Lo conocía gracias a Sam, ya que alguna que otra vez Adam los había acompañado en alguna noche de fiesta, que últimamente eran escasas ya que las mayoría las pasaba en compañía de sus mujeres. Pero ellas también salían a veces juntas para desconectar y pasar un buen rato en compañía femenina. Por eso no se privaban de reuniones de "hombres" de vez en cuando, muy de vez en cuando...

Adam era un hombre ya rozando los cuarenta años, de complexión corpulenta. Tenía unas espaldas muy anchas, unos músculos muy marcados y para ser un humano, era un buen deportista y muy envidiado por algunos vampiros por su gran habilidad en el cuadrilátero. Adam era ex-boxeador profesional y trabajaba ahora de portero en una famosa y concurrida discoteca... Sin dudas, era el hombre ideal.

El llanto de la pequeña Alexia lo hizo salir de sus cavilaciones y concentrarse en su mujer que se veía preciosa con un bebe en brazos. Esa imagen le produjo una ganas inmensas de ser padre. Eric ya lo era, John estaba muy cerca de serlo y Bill le había dicho que en menos de un año se pondría también a buscar uno... Sam era el único que reconocía que aún tanto él como Ángela no tenían ganas de ser padres todavía por un largo tiempo... ¿Y Elena?, ¿quería ella?.

En eso estaba pensando mientras observaba como Carla y Eric se despedían de ellos con Alexia entre sus brazos. La pequeña tenía hambre y estaba chupándole a su madre la sangre que emanaba de la pequeña incisión que le había hecho su padre en la parte superior del seno; justo donde comenzaba éste.

Bill y April se excusaron diciendo que tenían que marcharse ya y que ya se verían en otro momento... No sólo fue Edward el que se dio cuenta de lo que iban a hacer la parejita... estaban tan excitados que saltaba a la vista.

-Nosotros también nos vamos a ir ya -dijo Nicole con cara de sufrimiento-, tengo las piernas hinchadas y de lo único que tengo ganas es de acostarme y ¡no levantarme en días! -exclamó con una media sonrisa.

Era comprensivo, una mujer tan joven y con un embarazo tan avanzado era normal que estuviera agotada y más aún si seguía siendo la fuente de alimento de su marido vampiro.

Después de más besos y abrazos, John y Nicole se fueron también de la fiesta dejando a Edward y a Elena acompañados de Sam y su explosiva mujer.

Aprovechó que la parejita se separaron de ellos también para irse a la pista de baile a bailar para arrinconar a su esposa contra la pared y susurrarle sobre los labios:

-Gatita... ¿cuando te toca el periodo de celo? -notó como a ella se le iluminó el rostro con aquella pregunta.

-Dentro de una semana, ¿porqué quieres saberlo? -Elena ya intuía el porqué, pero aún así necesitaba oírselo decir.

-¿Te gustaría tener un pequeño Edward en casa? -lo dijo con un tono tan sensual mientras sus caderas chocaban con las de ella que Elena tuvo que ahogar un gemido.

-¿O una pequeña Elena querrás decir también, no? -antes de que le respondiera, pasó su sonrojada lengua por la comisura de los ardientes labios de su vampirito mientras también se contoneaba siguiéndole el juego de sus caderas.

-¿Eso es un sí? -preguntó con esperanza y con la voz ronca por la excitación que lo estaba envolviendo en ese momento. Su miembro erecto era un fiel testigo de ello.

-Digo que podríamos regresar a casa nosotros también y empezar a practicar, ¿no crees?.

A Edward no le hizo falta que le dijera nada más. Con una enorme sonrisa de oreja a oreja, la agarró por la cintura de nuevo y tiró de ella en dirección a las escaleras que subían a la parte superior de la mansión de Eric.

-Tengo una idea mejor, ¿que tal si le damos uso a la habitación que Eric tiene asignada para nosotros?.

Elena nada más oír eso sintió una oleada de deseo que la hizo humedecerse al instante, allí mismo, en un salón repleto de vampiros y algunos de ellos conocidos. Recordaba perfectamente lo que había sucedió allí la última vez que se quedaron a dormir en esa casa y los recuerdos eran sumamente gratos y agradables.

-Estas tardando en llevarme allí.

Como Edward diría... "Querida, tus deseos son órdenes para mi". Y sin más, la tomó entre sus brazos y literalmente voló con ella al dormitorio sin perder tiempo alguno...


By D.C. López


FIN

4 comentarios :

M. Eugenia (A) dijo...

que buena pinta tiene

Mari dijo...

Le ha quedado muy llamativo.

palapa dijo...

muy sensual!!

Ro dijo...

Tiene muy buena pinta, pero a mí me gusta más leer que escribir.
un besito